Rechazada Por la Manada

El viento helado del Bosque acariciaba el rostro de Fanny había caminado en silencio durante un buen rato hasta darse cuenta que la dirección era la misma que el día en que volvió a casa. La estaba llevando a su cabaña, o eso creía, llevada por la mano firme y cálida de Mark. A su espalda, los gritos de su madre y los insultos de sus primas quedaban ahogados por el latido acelerado de su corazón.

Pero aún era constantes palabras en su mente.

No sabía que quería este hombre de ella y no entendía por qué su cuerpo no se resistía ni por qué su alma se sentía tan a salvo.

—¿A donde me llevas...? —murmuró, apenas audiblemente no queriendo sacar conclusiones erróneas.

Mark no respondió con palabras, pero su agarre fue más firme, protector. En sus ojos brillaba algo salvaje, indomable, pero también dolor. Era como si él también estuviera huyendo de algo.

Caminaron en silencio hasta que se alejaron del pueblo y entraron en el bosque, bajo la sombra de los árboles viejos. El murmullo de las hojas y el crujido de las ramas bajo sus pies fueron la única música que acompañó sus pasos.

Finalmente, Mark se detuvo frente a una pequeña cabaña escondida entre la vegetación. La madera era rústica, pero estaba cuidada. Un refugio en medio de la nada.

Si, no se había equivocado, la había llevado a la misma cabaña en la que se despertó aquel día.

—Aquí estarás segura —dijo por fin, rompiendo el silencio con su voz grave, baja, casi ronca por el esfuerzo de contener a su lobo.

Fanny lo miró, se sentía un poco insegura pero no tenía nada que hacer. Su corazón le decía que todo estaba bien pero su piel ardía, quería correr lejos donde no pudiera ser encontrada y escapar de la realidad, su mundo se había destruido en cuestión de días. Se había esmerado siempre en ser la mejor hija pero tal parecía que eso no era suficiente porque su madre nunca estaba satisfecha y ahora mírala aquí con un desconocido al que no se había resistido a seguirlo.

—¿Por qué haces esto por mí...? Apenas me conoces...

Mark bajó la mirada un momento. Su pecho subía y bajaba con fuerza, como si contuviera una verdad que dolía, la verdad era que ni el sabía porque hacía esto. Los días en su manada y lejos de la humana habían sido un infierno, se sentía enfermo no podía concentrarse en su manada porque sus pensamientos constantes estaban en la humana a su lado, su lobo se sentía débil lejos de ella y esa debilidad no podía permitírsela.

Había llegado al pueblo dispuesto a verla y sentir por un momento alivio o incluso decidido a hablar con ella pero ver como era tratada por su familia lo lleno de Ira, nadie tenía derecho de hablarle así ni mucho menos tratarla y hacerla sentir mal como aquellos que se llamaban su familia lo estaban haciendo.

—No te conozco —admitió por fin aclarando su garganta y alejando sus pensamientos — Pero mi lobo sí y eso es más que suficiente.

Fanny frunció el ceño, confundida. ¿Como que lobo? ¿Que quería decir con eso? La verdad que a pesar de que el hombre frente a ella era guapísimo y tal vez el hombre más hermoso que había visto, no podía negar que era extraño, su forma de hablar, su comportamiento, todo.

—¿Tu... lobo?

—Cada Alfa tiene uno dentro. El mío... te reconoció. —Su voz se volvió más baja, cargada de una emoción antigua y poderosa.—. Eres suya. Eres mía.

Fanny dio un paso atrás, sus mejillas ardían sin entender.

—Eso es una locura... ¿Eres una especie de Hombre Lobo? Se supone que eso no existe.

—Lo sé —asintió él, con una sonrisa amarga—. Yo también pensaba lo mismo. Hasta que me alejé y el mundo dejó de tener sentido. Hasta que mi pecho empezó a arder y mi sangre no se calmó hasta tenerte de nuevo cerca, y aunque pienses que todo esto es Imposible, hay muchas cosas allá afuera que el ser humano aun desconoce.

El silencio volvió a caer, Fanny podía oír su propio corazón. No sabía si estaba asustada o emocionada... o ambas cosas a la vez.

Se supone que eso no existe. ¿Pero porque no se sentía asustada.?

—No te obligaré a quedarte —añadió Mark con voz baja, casi como un susurro de su alma— Pero si decides quedarte... nadie te volverá a herir Te lo juro por mi vida.

Fanny sintió un nudo en la garganta.

El mundo le había negado tanto. Amor. Comprensión. Libertad.

Y ahora este hombre o mejor dicho esta bestia hermosa, peligrosa y rota. Le ofrecía todo lo que nunca se atrevió a desear.

—Quiero quedarme —dijo, en un suspiro cansado, había sido un día terrible. — Solo... solo no me hagas daño tú también.

Mark dio un paso hacia ella. Sus manos, que podían destrozar árboles, se alzaron temblorosas para rozar su mejilla con ternura.

—Nunca.

Esa noche, Fanny durmió bajo un techo distinto. En una cama modesta, arropada por mantas de piel y el silencio del bosque. Y aunque su mente estaba llena de dudas, por primera vez en mucho tiempo, su corazón no temía.

Mark no durmió. Se sentó junto a la puerta, vigilando. Su lobo no dejaba de rondar bajo su piel, inquieto, hambriento de proteger lo que ahora era suyo, Mark nunca se había encontrado en esta situación, y aunque con todo su ser quería huir porque nunca pensó que sería emparejado con una Humana, su cuerpo se resistía y su lobo se enojaba ante aquel pensamiento, lo cierto es que no había mucho que hacer.

Afuera, algo se movía entre los árboles. Un olor desconocido, ajeno a su territorio. Un lobo forastero.

Los ojos de Mark brillaron.

La amenaza no tardaría en llegar.

Pero esta vez... él tenía algo que defender y una manada que dependía de él.

¿Como podría luchar y proteger a la humana a la misma vez?

Este pensamiento lo atormentó el resto de la noche.

Al día siguiente, El viaje hasta el territorio de la manada fue largo. El sol apenas comenzaba a asomarse entre los árboles cuando Mark guió a Fanny que se encontraba sobre su lomo por los senderos ocultos del bosque, siempre atento, siempre cerca, como si temiera que ella desapareciera con el viento.

Fanny no hablaba mucho. Su mente era una tormenta de pensamientos ¿Qué hacía? ¿Por qué confiaba en él? ¿Y por qué sentía que, a pesar del miedo, estar a su lado era estar en casa?

Cualquier humana hubiera salido huyendo al verlo transformarse, pero para Fanny había sido la cosa más hermosa que había visto.

Al final de la mañana, cruzaron el umbral invisible del territorio sagrado. El aire cambió, El silencio se volvió más denso, como si el bosque contuviera la respiración.

A lo lejos, la aldea apareció asombrando a Fanny, cabañas de madera repartidas entre árboles altos, caminos de tierra, y figuras moviéndose con agilidad y fuerza. Hombres y mujeres con ojos brillantes y pasos felinos.

Lobos.

Los primeros que los vieron se detuvieron. Luego, los murmullos comenzaron a extenderse como fuego en el pasto seco.

—Es ella.

—¿Una humana?

—¿La trajo aquí?

—No puede ser

Fanny lo sintió, Lo supo. No la querían allí.

El corazón le martillaba en el pecho. Se pegó más a Mark, pero su paso no se detuvo. La manada se fue reuniendo a su alrededor, Sus rostros eran máscaras de desconfianza, desprecio o confusión.

Kael, el Beta, fue el primero en hablar.

—Mark, ¿Qué estás haciendo?

Mark la bajó y se transformó y la desnudes de aquel hizo sonrojar a Fanny y alejar la vista de inmediato.

—Trayendo a mi mujer a casa.

Un murmullo generalizado recorrió el círculo de lobos. Algunos retrocedieron, otros apretaron los puños.

—¿Una humana? ¿Tu mujer? —Kael dio un paso al frente—¿Te das cuenta de lo que dices?

—Lo digo con cada hueso de mi cuerpo, Es mía.

—No pertenece aquí —intervino una voz femenina. Era Lyanna, una loba fuerte, de mirada fría— Su olor es débil. Es una carga. Nos pondrá en peligro.

Fanny tragó saliva. Su piel ardía por las miradas. Las palabras la golpeaban como piedras.

—No debería estar aquí —dijo otro—No es una de nosotros.

Mark soltó un gruñido. Su lobo se alzó en su pecho con furia contenida.

—¡Ella está conmigo! —rugió, haciendo que algunos retrocedieran—¿Desde cuándo mi palabra como Alfa no es suficiente?

—Desde que empezaste a poner a una humana por encima de tu manada —espetó Kael, y el silencio que siguió fue brutal.

Fanny dio un paso atrás, como si su cuerpo quisiera desaparecer. El dolor le subió por el pecho como una ola amarga. Se sentía intrusa, indeseada. Humillada.

—Yo, puedo irme —susurró, sin mirarlo— No quiero causar problemas.

Mark se giró hacia ella. Su expresión cambió, Era puro fuego contenido.

—No —dijo, y su voz fue un ancla— Nadie te hará sentir que no perteneces. Porque tú me perteneces a mí, y eso es suficiente.

Pero las cosas no eran tan simples Pensó Fanny.

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