En una oficina de una reconocida editorial en Nueva York, Susana Mendoza tecleaba sin descanso. Llevaba horas concentrada, dándole forma a un nuevo manuscrito para la siguiente ronda de un concurso literario en el que su primera obra ya había pasado la fase inicial.
Justo cuando sus dedos fluían sobre el teclado, sonó el celular. Era Camila Herrera, su mejor amiga.
—¡Susi, prendé el celular ya! ¡Tenés que ver esto!
Intrigada, Susana tomó el teléfono. Al abrir las redes, un titular ocupaba el primer lugar de tendencias: "Lorena Salas, cancelada por conducta inapropiada". Al ingresar al enlace, encontró una lluvia de críticas y denuncias. Productores y directores reconocidos compartían el mismo mensaje: "Artistas sin ética como Lorena Salas, jamás serán contratados otra vez".
Había sido vetada. De todos lados.
—Ya lo vi —respondió Susana con tono irónico—. Al final, lo que uno siembra, lo cosecha. No se puede construir una carrera pisando a los demás.
La voz de Camila sonó por el altavoz