—Esto tiene que hacerse ahora. —me dijo mi mamá, sacándome de mis pensamientos mientras me entregaba el arma. Miré la pistola negra en mi mano, sintiendo su peso. No era ajena a las armas ni a ningún tipo de armamento. Pero el hecho de que pudiera usarlas no implicaba que me gustara.
—Papá, que los saquen y los aten de rodillas en el cuarto rojo. —dije mientras me hacía a un lado, viendo cómo la puerta de la prisión se abría de nuevo y algunos de nuestros hombres entraban para ayudarlos.
Héctor estaba tranquilo y no se resistió. Pero Felicidad estaba salvaje y fuera de control. La arrastraron y la azotaron contra el suelo de concreto. Gritó mientras la esposaban y le sujetaban las piernas. Escupía y gruñía mientras la levantaban de nuevo.
Me aparté mientras la llevaban al cuarto rojo. El cuarto rojo era una habitación interior que el club usaba para ejecuciones e interrogatorios. Llevaba el nombre del granero en la mansión Moretti. La Madre de la Venganza llamaba al suyo el Vacío.
Entr