Ignoré a todos y entré con determinación en el bar. El ruido disminuyó al instante en que aparecí. Miré alrededor y sonreí con suficiencia mientras me dirigía hacia un taburete vacío en la barra, desde donde observé a la camarera y noté que estaba nerviosa.
—¿Qué te sirvo, cariño?
Miré detrás de ella para ver qué botellas tenían en sus neveras.
—Una cerveza, por favor. —Le pedí mientras examinaba a cada persona presente. Levanté una ceja y todos volvieron a sus charlas y juegos. Me reí, sacudiendo la cabeza. ¿Curiosos, no?
—Invita la casa. —Me informé ella, así que asentí.
Llevé la botella a mis labios y di un sorbo. Ahora solo quedaba esperar.
Después de un rato, la puerta se abrió y por segunda vez esa noche, todos guardaron silencio. Despegué la etiqueta de la botella.
—Rebel, sígueme por favor.
Miré por encima de mi hombro y vi a una mujer de pie. Giré en el taburete y me levanté. La seguí mientras todos los ojos del bar nos observaban; algunos susurraban preguntándose quién era