“Tráemela de vuelta. Por favor. Ryder, prométeme que la llevarás a casa con su familia”. Le supliqué, él asintió antes de besarme la cabeza.
“Duerme, necesitas sanar”. Instruyó, y así lo hice.
Me dejé llevar por el sueño, pero las pesadillas me atormentaban con ideas de lo que esa perra enferma podría estar haciéndole a mi inocente bebé de tres años. Cuando desperté de nuevo ya era de día, levanté los brazos y noté que las esposas ya no estaban, pero tampoco Ryder. Entré en pánico, me senté y bajé de la cama con un gemido por el dolor en el estómago.
La puerta se abrió y me giré para ver quién entraba, ahí estaba él.
“¿Qué haces fuera de la cama?” Se acercó, dejando unas bebidas y una bolsa con comida.
“Baño”. Dije, él asintió.
Puse un brazo sobre sus hombros mientras me levantaba y me llevaba al baño. Me ayudó con lo que necesitaba hacer, aunque fue vergonzoso, no tenía fuerzas para sostenerme por mí misma en ese momento. Cuando terminé y me lavé las manos, me levantó de nuevo y me