Alejandro
I. La Implosión del Veto
El aire en la oficina se había congelado, denso con la verdad prohibida. Yo estaba de pie frente a Isabella, y entre nosotros, flotaba una memoria de estado de once años de engaño. Ella no solo me había castigado por la muerte de Elías; me había castigado por mi eficiencia, por mi elección funcional que ella misma había diseñado.
Mi mente, el Acero, intentó vetar la información, categorizarla como una manipulación de Nivel Delta. Pero la Ceniza no mentía. Ella solo mentía por omisión, nunca por falsedad. Su confesión era un acto de terrorismo emocional contra sí misma.
—Yo no te pedí que lo mataras —su voz, ahora temblorosa, repitió la frase—. Yo te envié para que lo capturaras. Pero sabía que tu Acero elegiría la ejecución. Y por eso te odié.
La revelación me golpeó con la fuerza de un rayo. Durante once años, yo había vivido con la culpa de haber elegido la sangre, creyendo que esa era la única vía de escape. Pero la Ceniza no había deplorado la tr