Al día siguiente, Regina escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Se quedó un momento en la cama antes de levantarse y caminar, adolorida, hacia el baño. Abrió la regadera y el agua tibia comenzó a caer sobre ella.
Se miró al espejo y recordó la noche anterior, la forma en que se había mostrado indefensa y desinhibida bajo él... Cerró los ojos, asqueada.
Terminó de ducharse rápidamente, se puso la bata y salió al cuarto. Abrió las cortinas y la ventana para que se ventilara la habitación y el olor se disipara.
Sobre el buró había algunas envolturas de condones, pero el cesto de basura estaba vacío. Lo había recogido todo.
Eso la alivió un poco, pero la ilusión se rompió al ver la mancha seca en la sábana. Sin poder engañarse más, cambió toda la ropa de cama antes de salir de la habitación a prepararse algo de comer. Sobre la mesa de la sala, encontró un termo para comida.
Era el desayuno que él le había dejado.
Aun así, se sentó a comer. Ya habían cruzado la línea. A partir de ahora, ten