Cuando se disponía a bajar los escalones, Gabriel la sujetó de la mano por la espalda.
—¡Yo te llevo!
Regina intentó soltarse, pero con una mano ocupada en el paraguas, le fue imposible zafarse.
—¿No te cansas de molestar?
Lo fulminó con la mirada, era la única manera que tenía para expresarle su enojo.
Él echó un vistazo al cielo y, a diferencia de las veces anteriores, no la soltó. Se quedó así, inmóvil, fijando la mirada en el evidente enojo de su cara. Luego, bajó la mirada hacia sus pies.
—Esos zapatos no son buenos para caminar en este clima.
Hoy Regina iba a una junta de trabajo, por lo que vestía una blusa elegante, pantalones anchos y unos tacones altísimos. Quería proyectar una imagen de profesionalismo y seguridad.
Andrea le había dado un consejo: para negociar con una productora de cine, tenía que irradiar confianza, demostrar que sabía lo que hacía y que no se dejaría intimidar.
Aunque ya tenía experiencia en entrevistas para proyectos, sospechaba que Sebastián le había fa