Cuando Gabriel estacionó el auto, Regina tomó su paraguas, lista para bajar, pero los seguros seguían puestos.
—¡Gabriel!
Estaba furiosa. Pero él solo giró la cabeza para verla.
—¿A qué hora sales? Paso por ti.
Regina observó su perfil y suspiró con desprecio.
—¿Ahora resulta que te sobra tiempo?
Él no respondió; la observó en silencio, esperando una respuesta. Ella apretó los puños. Para no perder más tiempo, respondió con una actitud seca:
—No sé a qué hora termine. Solo voy a una junta. Podría ser rápido o tardar horas. A lo mejor hasta comemos o cenamos juntos, quién sabe.
—Bien.
Gabriel quitó los seguros.
—Cuando termines, márcame. Me esperas y vengo por ti.
Regina no contestó. Abrió la puerta y se bajó del auto.
La vio alejarse hasta que desapareció de su vista. En su mirada se adivinaba una emoción, intensa, pero contenida con una disciplina férrea.
***
Estudios Aurora era una productora de cine relativamente pequeña. Se había fundado el año anterior con un capital de apenas un