La puerta del probador se abrió. Sebastián escuchó el ruido y, al levantar la vista, lo primero que reflejaron sus ojos fue un asombro absoluto.
Regina salió del probador, con una de las empleadas sosteniéndole la cola del vestido. Sebastián dejó la revista sobre la mesa, se puso de pie y se acercó a ella. Su asombro inicial se transformó en una sonrisa mientras la observaba sin parpadear.
—Estás preciosa.
Las empleadas, que por supuesto reconocieron al famoso actor, secundaron el cumplido con miradas de admiración. Regina se sonrojó, pero al notar que él seguía con la misma ropa, le preguntó:
—¿Y tú por qué no te cambiaste?
—No me quedó tan bien, necesitan ajustarlo.
Una de las empleadas intervino para aclarar:
—Lo que pasa es que el señor Rivas bajó un poco de peso. Lo mandaremos a ajustar y en una semana estará listo. No se preocupe, no habrá ningún retraso.
Al escuchar eso, Regina lo miró con reproche.
—¡Te lo dije! ¡Sabía que no estabas comiendo bien!
Sebastián la vio hacer un puc