Al escuchar esas palabras, Regina negó, tratando de explicarse.
—No es lástima, en serio. Yo sé que no fue tu culpa…
—Se acabó. Vete.
Antes de que pudiera decir nada más, Sebastián la tomó bruscamente de la mano, la levantó de un tirón y la arrastró fuera de la habitación.
—¡No es lástima, Sebastián! Yo…
No la dejó terminar. La empujó fuera y azotó la puerta.
***
De vuelta en la habitación, Sebastián se sentía abatido. El timbre sonó insistentemente, pero él lo ignoró.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que todo quedó en silencio afuera.
Recostado en el sofá, con la cabeza echada hacia atrás, miraba el techo. Esa sensación de hastío volvió a invadirlo, y de reojo, su mirada se encontró con el bolso que estaba a su lado.
Era el bolso de Regi. No se lo había llevado. Entonces, ¿cómo iba a regresar a casa?
Con un gesto de inquietud, Sebastián tomó el bolso.
Como si una idea lo hubiera asaltado, lo abrió y sacó el celular. Tras un instante de duda, encendió la pantalla. Lo primero que vio f