Al día siguiente, cuando la partida de cartas terminó y la señora Luna y la señora de la Vega se fueron, Alicia dijo:
—¿Quieres que cenemos juntas?
Silvia, que ya se disponía a marcharse, se detuvo. No había nadie más cerca, así que la pregunta tenía que ser para ella. Sonrió, gratamente sorprendida.
—Claro que sí. Richi no llega a casa esta noche y no tengo ganas de cenar sola. Vamos.
Ambas preferían la comida ligera, y por la zona había un excelente restaurante de comida saludable que preparaba unos platillos vegetarianos deliciosos. Solían ir juntas tan a menudo que el dueño ya las conocía. Al verlas entrar, tomó los menús y se acercó personalmente a recibirlas.
—¡Qué milagro verlas juntas! Tenía mucho que no venían.
El comentario las hizo sentir incómodas.
El diseño del lugar imitaba un jardín, creando un ambiente tranquilo y elegante. Una vez en el salón privado, el dueño les dejó agua, tomó su orden y cerró la puerta corrediza para darles privacidad.
Se sentaron una frente a la o