Como si la infiel fuera ella. Como si ella fuera la desalmada. Escucharlo culparla con tanto descaro hizo que a Regina le hirviera la sangre. Cerró los ojos con fuerza, tratando de reprimir la rabia y el resentimiento que amenazaban con desbordarse.
Ya estaban divorciados. Ella ya lo había superado. No debía seguir atrapada en los recuerdos de un pasado infeliz. Se obligó a calmarse. Al abrir los ojos de nuevo, su voz fue sarcástica.
—Llevamos divorciados más de un año. Casi año y medio, de hecho. ¿Cuánto duró nuestro matrimonio? Entre que nos casamos y nos divorciamos pasaron solo seis meses. Llevamos más tiempo separados que juntos. ¿Cómo se te ocurre pensar que todavía me gustas?
Él se mordió el labio con más fuerza.
—Si en serio crees que debería seguir sintiendo algo por ti, solo puedo decir que eres un narcisista. Y un descarado.
Gabriel la miró fijamente, en silencio.
—Tú mismo dijiste que no te gustaba, así que no te hagas el ofendido. Quedas como un hipócrita.
Regina intentó z