Capítulo 47
La expresión de Regina era de absoluto rechazo.

—¿Qué haces aquí?

Maximiliano aplastó el cigarro que sostenía, avanzó con pasos resueltos hacia ella y, tras una mirada fugaz al hombre que estaba detrás de Regina, la aferró de la mano con brusquedad.

—¿Te acostaste con él, ¿verdad?

Sus ojos, proyectando su rabia, la taladraban con una furia descontrolada, una rabia que parecía querer consumirla.

Regina lo observó; su actitud era la de un esposo traicionado. Una risa cargada de amargura se dibujó en sus labios.

—¿Y a ti qué te importa? ¡Suéltame!

Intentó zafarse, pero Maximiliano apretó con más fuerza, sujetándola con tal intensidad que parecía querer triturarle los huesos de la mano.

—Regina, estuvimos juntos tanto tiempo y yo ni siquiera me atreví a tocarte. Y tú… ¡Maldita sea! ¿Cómo pudiste ser tan… facilota? ¿En serio te juntas con un tipo así? ¿Cómo dejas que otro te ponga una mano encima?

—¡Maximiliano, suéltame, me estás lastimando!

Luis se apresuró a intervenir.

—Señor, por favor
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