Al escuchar esas palabras, a Regina se le detuvo el corazón por un instante. Sabía que Sebastián le pediría algo así tarde o temprano, sobre todo después de la declaración que le había hecho en pleno concierto. No podía fingir que nada había pasado.
Mientras observaba la ansiedad y nerviosismo de él, su mirada bajó hasta el collar de plata que él llevaba, cuyo dije era una pequeña cerradura. Era un diseño que él mismo le había encargado.
Le había dicho que quería un juego de collares de pareja para él y su novia. En ese entonces, ella no tenía idea de que el cliente era él.
Cuando lo supo, trató de no darle importancia, de mantener una amistad normal con él. Pero ahora se daba cuenta de que ya no podía seguir evadiéndolo.
Regina guardó silencio un momento y luego preguntó en voz baja:
—¿Te puedo pedir algo?
—¿Qué quieres?
Ella lo miró fijamente.
—¿Lo que sea?
Sebastián asintió sin la menor duda, con una seriedad absoluta.
—Si lo tengo, es tuyo. Lo que sea.
¿Cómo negarse a un hombre así