Su expresión se volvió seria.
—Lastimó a Mónica por Regina, ¿y ahora piensa declararme la guerra por esa mujer?
—Es la mujer que ama. Sabes que ni se le ha acercado a Mónica en todo el año. Es obvio que quiere recuperar a Regina, que quiere volver con ella. Si tú te metes en su camino, se va a enojar.
—¿Qué le ve a esa tipa tan arrogante y caprichosa?
Sebastián tomó su celular y dijo con calma:
—Para ti será arrogante, pero para él es perfecta. Cada quien busca una mujer a su gusto. No te metas más en sus asuntos.
—Me dio una paliza, ¿y quieres que lo deje pasar así nada más? ¡Todos estaban mirando! ¡Quedé en ridículo!
Andrés estaba furioso. Los moretones y raspones le daban un aspecto desagradable. Sebastián arrugó la frente.
—Él tampoco estaba de buen humor. Somos amigos, no hay por qué ponerse así.
—¡Claro, como no te pegaron a ti! ¡El que quedó en ridículo fui yo, no tú! Tú puedes olvidarlo, ¡pero yo no!
Al escucharlo, supo que era inútil insistir. Apoyara a quien apoyara, estaría