Capítulo 37
Regina sacó de su bolso el labial que había preparado y salió con él en la mano.

Gabriel fumaba de pie junto al ventanal. Al escucharla llegar, se giró y preguntó con indiferencia:

—¿Ya?

Regina asintió y, con un movimiento rápido, extendió la mano para mostrarle el labial.

—Entonces, ¿es todo? —inquirió él, con la clara intención de dar por terminado el asunto.

Regina paseó la mirada por la mesa del comedor y, al ver que él estaba cenando, preguntó:

—¿Te importaría si te acompaño?

Gabriel se quedó callado.

—Es que veo que es mucha comida para ti solo —continuó ella—, y sería un desperdicio tirarla. Yo no he cenado y prepararme algo ahora sería una lata, ¿no crees?

Sobre la mesa, cuatro platillos componían una cena abundante, con porciones generosas. Estaba convencida de que él no podría terminárselo todo, y sabía bien que no le gustaba guardar las sobras para el día siguiente.

—Y como agradecimiento, mañana te puedo traer el almuerzo. Así te ahorras una comida, ¡te conviene!

«Así tendr
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