La expresión de Maximiliano se tensó por un instante al recordar todas las cosas tan patéticas y corrientes que había hecho en el pasado.
En aquel entonces, solo buscaba pretextos para molestar a Regina, con la única intención de que se mudara. Pero en su inmadurez, se negó a aceptar lo que realmente sentía y siguió cometiendo un error tras otro, hasta que terminó por romperle el corazón.
Al pensar en eso, le dijo con toda la seriedad que pudo reunir:
—No te preocupes. Si se le ocurre a algún ladrón, te compro uno mucho mejor y más caro, ¿qué te parece?
Andrea, que estaba a su lado, escuchó la cursilería y torció la boca.
—Vaya, se nota que tienes práctica diciendo esas cosas. Seguro ya se las habías dicho antes a Regi, ¿no?
Él se quedó tieso. Quiso responder, pero en ese momento el subastador en el escenario tomó el micrófono y comenzó a hablar.
El lugar quedó en silencio.
A Regina no le interesaban en lo más mínimo los lotes de la subasta. Si por ella fuera, en ese mismo instante re