Esa noche, Regina volvió a pedir servicio a la habitación.
Desde que supo que estaba embarazada, había dejado de comer afuera. La comida del hotel era más nutritiva y limpia. Era costosa, pero en cuanto comprara una casa, podría prepararse sus propias comidas.
La idea de la casa la hizo pensar en todos los gastos que implicaría un bebé, que sin duda serían enormes.
Terminó de cenar y abrió la computadora para seguir trabajando.
***
Mientras tanto, Gabriel estaba sentado en su casa, mirando una foto en su celular.
Sabía que, en realidad, todavía no quería divorciarse de Regina.
Había pasado los últimos días obligándose a no buscarla, a no llamarla ni mandarle mensajes, intentando acostumbrarse a una vida sin ella. Pero entre más lo intentaba, más la extrañaba.
La casa, vacía y silenciosa, le oprimía el pecho. Fumó medio cigarrillo antes de desbloquear el celular. Abrió su lista de contactos, decidido a hablar con su esposa una vez más.
En ese momento, el celular vibró.
Al ver el número