Regina se quedó helada un instante; su expresión se volvió seria al verlo.
—Maximiliano, ¿qué haces aquí?
Él guardó su celular y levantó la vista hacia ella.
—¿Qué tal anoche? ¿Te la pasaste bien?
Al escuchar la palabra "anoche", la imagen de los abdominales de aquellos modelos le cruzó por la mente, y se sintió incómoda.
—¿Me estás siguiendo otra vez?
—Solo pasaba por aquí.
—¿Ahora te gustan los hombres?
La observó, tan desafiante y con esa lengua afilada. Pasó la lengua por el interior de su mejilla, conteniendo el enojo. A pesar de todo, verla así le dio nostalgia por los viejos tiempos.
Se puso de pie.
—Si tantas ganas tienes de jugar con hombres, mejor juega conmigo. Tengo mejor cuerpo que ellos.
Dicho esto, comenzó a quitarse la ropa.
Regina saltó de la cama y corrió hacia la puerta.
Pero no llegó muy lejos; Maximiliano la alcanzó y la sujetó del brazo.
—¡No te atrevas a hacer una locura! Si mis papás se enteran, ¡te van a poner en tu lugar!
Al escucharla llamarlos "papás", se ri