Ana miraba a Regina con curiosidad que no podía disimular.
Regina se mordió el labio, fastidiada. Justo en ese momento, Laura se acercó a llamarla.
—Regina, ¿puedes venir un momento?
—Claro —respondió.
Dejó la comida que estaba por empezar en un banco cercano y se levantó para seguirla.
Laura la llevó a un lugar más apartado y, una vez allí, le dijo sin rodeos:
—Necesito que regreses a empacar tus cosas. Voy a pedirle a contabilidad que prepare tu finiquito y te depositaremos tu pago alrededor del quince del próximo mes.
Se quedó pasmada.
—Creí que el contrato decía que el pago se hacía al terminar la filmación…
Laura respondió con tono indiferente:
—Ya terminaste todos los prototipos que necesitábamos. No hay nada más que hacer aquí para ti, así que no tiene caso que te quedes.
Regina entendió el mensaje. La estaban despidiendo.
También sabía de quién venía la orden. Y ya no debía seguir en ese lugar. Por alguna razón que no le cuadraba del todo, sintió un gran alivio y respondió.
—En