Esa noche, Regina no durmió muy bien. Se despertó tres veces y la habitación desconocida todavía le resultaba extraña.
Se levantó antes del amanecer y, casi por inercia, tomó el celular y revisó sus mensajes.
Vio la foto de perfil del contacto que tenía guardado como "Esposo", pero no había ningún mensaje nuevo.
Abrió el chat. La conversación seguía detenida en la de anteanoche.
Se sintió decepcionada. Quizás él estaba demasiado ocupado y ni siquiera tenía tiempo de pensar en ella. Pero, en realidad, ella también estaba bastante ocupada.
Al final, todo se resumía a la falta de interés.
Dejó el celular a un lado y fue al baño a arreglarse. Al salir, vio que todavía era muy temprano. Recordó que en la planta baja del hotel había un patio estilo colonial con flores preciosas y decidió ir a dar un paseo.
Cuando las puertas del elevador se abrieron, se dispuso a entrar, pero vio que ya había gente adentro.
Leo la vio y la saludó con mucho entusiasmo.
—¡Regi! Qué madrugadora. ¿Quieres venir