Regina pensó que, si tenía tiempo en los próximos días, debía salir otra vez a comprar algunos recuerdos para mandarles también a sus colegas.
Dejó el celular a un lado, sacó algo de carne con el tenedor y la sopló un poco. Justo cuando iba a llevársela a la boca, el celular sonó.
Lo tomó y vio que era una llamada de Gabriel.
«¿Por qué me llama tan temprano?»
Quiso salir para contestar, pero el local era pequeño y ya había gente esperando mesa afuera, así que entrar y salir era complicado.
Mejor dejó los cubiertos y atendió la llamada.
La voz de Gabriel sonó al instante:
—¿Con quién estás?
La pregunta le pareció extraña. Respondió sin darle mucha importancia:
—Con unos colegas.
—¿Hombres?
Al escucharlo preguntar hasta el género, Regina frunció los labios, molesta. Estaba a punto de responder cuando Sebastián le preguntó:
—Regi, ¿quieres ponerle salsa?
—Mmm… no, gracias.
Sebastián tomó la botella de salsa picante y le puso un poco a su plato, añadiendo también chile de árbol.
Al otro la