Ya era de noche. Las luces de colores giraban por el club nocturno, creando un ambiente íntimo y seductor.
Jóvenes con poca ropa bailaban muy pegados en la pista, con una energía eléctrica y sensual que se sentía en el aire.
Mónica estaba sentada en la barra, bebiendo un coctel con una mirada triste.
—Pero mira nada más, si es la famosa Mónica.
Una voz juguetona y un poco arrogante la interrumpió.
Ella levantó la vista. Al ver a Andrés, sonrió.
—¿Andrés? ¿Qué haces aquí?
Él se sentó a su lado y le pidió al barman un whisky.
—Tenía una junta con un cliente por aquí y te vi sentada sola.
—¿Y qué cliente es tan importante como para que el gran jefe venga en persona?
—Hasta los jefes tenemos que socializar. Si no les das por su lado, nadie quiere hacer negocios contigo.
Andrés tomó el whisky, le dio un sorbo y la miró de reojo.
—¿Y tú? ¿Por qué tan sola y con esa cara?
La sonrisa de Mónica se desvaneció. Bajó la mirada y agitó suavemente el líquido en su copa.
—Estoy un poco agobiada, solo