Gabriel la observó. Estaba muy tranquila, como si lo de anoche no hubiera ocurrido. Se mordió la lengua y dijo un monosílabo afirmativo.
Los hombres suelen comer más rápido que las mujeres.
Él no tardó en dejar los cubiertos a un lado.
Fue entonces cuando Regina dijo algo.
—Tenemos que hablar.
Gabriel se disponía a recoger los platos y la basura de la mesa, pero al escucharla, la miró pensativo. Intuyendo de qué quería hablar, arrugó la frente sin darse cuenta.
Regina notó su reacción y sintió una punzada. Se mordió el labio y dijo en voz baja:
—Quiero que de ahora en adelante me respetes.
Él la observaba en silencio, esperando a que continuara.
—No vuelvas a obligarme a nada.
—¿A qué te refieres?
Gabriel entrecerró los ojos y clavó la mirada en ella. Claro que entendía a qué se refería. Y por eso mismo estaba molesto.
A fin de cuentas, la necesidad de un hombre suele ser más intensa que la de una mujer. Para Regina, prescindir del sexo no era un problema.
Pero para él era diferente. E