Él le había prometido que le sería leal.
El ánimo de Regina por fin mejoró. Volvió a guardar el vestido en su lugar y cerró el cajón.
***
Aprovechando que Gabriel estaba de viaje por trabajo, contrató a unos instaladores para que colocaran el lavavajillas, el horno y todo lo que le faltaba a la cocina; de una sola vez, compró todo lo necesario.
En el balcón, instaló un tendedero, una mesita con sus sillas y solo faltaban algunas plantas para que quedara perfecto.
Planeaba ir al mercado de flores y plantas para ver qué encontraba, pues los precios en las florerías cercanas eran algo elevados y de seguro allá conseguiría algo más barato.
De pronto, sonó el timbre.
Se quedó inmóvil un instante, sin entender quién podría buscarla. Se preguntó si sería el asistente de Gabriel.
Fue a abrir, pero antes echó un vistazo por la mirilla digital y vio a la madre de él.
Se apresuró a abrir la puerta.
—Señora.
Silvia le sonrió con calidez.
—Regi, mi niña. Me dijo Gabriel que estabas solita en casa.