Capítulo 150
Antes de que Regina pudiera decir algo, Gabriel caminó hacia ella.

—Compré una pomada. Déjame ponértela.

—Espera.

Él dejó el medicamento sobre la mesa, fue a lavarse las manos y, al regresar, se sentó junto a Regina y tomó el tubo de pomada.

Ella se quedó mirándolo, sin saber qué decir.

Cuando los dedos de él tocaron su mejilla, sintió la frescura de la pomada extendiéndose sobre su piel. Regina observó la cara que tenía enfrente; su expresión era seria, pero sus movimientos eran suaves y seguros. La luz tenue suavizaba la dureza de sus facciones. De pronto, sintió que le faltaba el aire y se encorvó por reflejo.

—¿Por qué te mueves? ¿Te duele?

Ella lo negó.

—No me duele. En serio…, yo podía ponérmela.

«¿No tenía que ir a trabajar?»

Gabriel le entregó la pomada y le dijo:

—Está lloviendo muy fuerte. Pide medio día en el trabajo y descansa aquí, en casa.

Cuando lo escuchó decir "casa", a Regina se le detuvo el corazón. Asintió, con los ojos acuosos.

—Está bien.

Le tomó la pomada de la m
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