Arturo le plantó una cachetada.
A pesar de su edad, no dejaba de ser un hombre, y la fuerza de su mano le dejó un ardor insoportable en la mejilla.
—¿No vas a estar contenta hasta destrozar nuestra familia?
La cachetada le volteó la cara. Se tocó la mejilla, con la mirada endurecida.
—Esta es su familia, no la mía.
—¡Vas a venir conmigo a la casa de los Solís a cancelar esta boda!
La exigencia de Arturo fue inflexible.
Regina sonrió por la ironía de la situación.
—Le juraste a mi mamá que nunca la habías traicionado, pero tuviste un hijo con esa mujer a escondidas. Me dijiste que Mónica no era tu hija, que la única que tenías era yo. Y ahora, por ella, ¿me exiges que me divorcie? ¿Que le entregue a mi esposo? Dime, ¿no se te revuelve la conciencia?
La expresión de Arturo cambió por completo.
—¿Tú y Gabriel ya se casaron por el civil?
Para proteger la reputación de su hija, Alicia solo había dicho que estaban planeando la boda con los Solís, pero no mencionó que ya se habían casado lega