Gabriel se dio cuenta de su actitud.

—¿Pasa algo?

Regina asintió de inmediato, pero dudó un momento antes de preguntar con curiosidad:

—Eh… acabo de ver que había sangre en las sábanas. La noche del hotel… ¿en realidad no… no pasó nada entre nosotros?

—No llegamos hasta el final —respondió él con calma.

Sus sospechas se confirmaron y Regina se sonrojó al instante.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes? ¡Hiciste que pensara…! Hasta creí que estaba embarazada y por eso tenías que hacerte responsable…

Si hubiera sabido que en realidad no había pasado nada, jamás habría ido tan descaradamente al hospital a reclamarle. Al recordar todo lo que le dijo, la vergüenza era tal que no podía ni levantar la cara. ¡Incluso lo había amenazado con llamar a la policía!

Qué vergüenza.

—No cambia las cosas.

Ella se mordió el labio y dijo en voz baja:

—Pero no tenías por qué casarte conmigo…

—Sí te agredí —dijo Gabriel con voz neutra—. Haber llegado o no hasta el final no cambia ese hecho, y yo debía hacerme