El silencio que quedó tras la batalla era tan denso que casi podía sentirse sobre la piel. Los centauros yacían muertos alrededor de la entrada de la cueva, sus cuerpos grandes y retorcidos desprendían un hedor metálico a sangre mezclado con tierra húmeda. Ragnar empujó a Nolan hacia adentro, mientras Lyra se apresuraba a entrar tras de él
—Apóyate en mí, ya casi estamos dentro —le susurró Ragnar cargando a Nolan que intentaba caminar por sí solo.
Cuando entraron, Danika se apresuró a ayudar, el interior de la cueva era estrecho, con paredes rugosas y humedad, no era el lugar más cómodo pero al menos ofrecía cierta protección y un techo.
Ragnar regresó a la entrada de la cueva, sus ojos brillaban con esa mezcla de furia contenida y preocupación que solo él sabía transmitir.
Lyra fue con Nolan de inmediato, sus manos comenzaron a moverse de inmediato, revisando la herida, aplicando presión y preparando hierbas de las que llevaba en su bolsa.
—Resiste, Nolan, esto no es profundo, pero