La clínica estaba llena de murmullos, de pasos que iban y venían. El aroma de hierbas frescas impregnaba el aire, mezclado con el penetrante olor del alcohol y el olor a los antibioticos que Alona usaba para curar a sus pacientes. Lyra respiró hondo al cruzar el umbral, agradeciendo al menos el cambio de ambiente y a las personas alrededor.
Alona la recibió con una sonrisa y un gran abrazo.
—¡Estás despierta! —exclamó, dejando de lado la bandeja que tenía en las manos—. No sabes cuánto me alegra verte en pie.
Lyra la abrazó con fuerza, como si la familiaridad de su contacto pudiera anclarla. Alona era como familia.
—Gracias a tus cuidados Alona.
—Por supuesto y te hubieras quedado aquí en la clínica si este neandertal me lo hubiera permitido —Alona le hizo mala cara a su hermano que ni se movió cuando lo señaló —. ¿Cómo te sientes?
—Un poco confundida…
—No recuerda nada —aclaró Ragnar.
Alona lo vio y luego a Lyra.
—¿No recuerdas nada?
—Solo que estabamos cerca de la manada cuan