Iris
No entendía por qué sentía tanta nostalgia con cada paso que dábamos alejándonos de Espinas Negras. Mi vida en esa manada había estado colmada de puro maltrato y miseria, pero era todo lo que conocía. Al menos ahí, sabía qué esperar.
Debería estar feliz por esta nueva etapa, me iba a otra manada, y no a cualquier manada... ¡iba a vivir con la manada real!
Seguro ahí estaría a salvo, o al menos eso esperaba. Pero por más prometedor que sonara todo, no lograba llenar ese vacío en el pecho. ¡Tuve un compañero, pero no me quiso! Él me odió tanto que estuvo dispuesto a verme morir después de arrancarme la piel a punta de golpes con su cinturón.
¿Cómo puede un hombre hacerle eso a la mujer que la Diosa eligió para él? Sin embargo, si ese era mi compañero, no lo querría. Aunque mi opinión no importaba, nadie escogería a una Omega sin lobo como yo.
Había pensado que Marcos era mi amigo, pero ahora entendía que no podía confiar en nadie. Incluso mi guapo rebelde me había mentido, me dejó