Salvia
La sala de entrenamiento se sentía diferente en la soledad del amanecer. Mis músculos ya recordaban los movimientos, mi cuerpo fluían a través de las secuencias que Carlos me había inculcado noche tras noche. Me vi reflejada en los espejos de las paredes, ya no era la omega asustada de Espina Negra, sino alguien más fuerte, alguien que sabía cómo defenderse.
—Tu técnica está mejorando.
No me sobresalté al oír la voz de Violeta. Otro cambio, ahora era más consciente de mi entorno, así que era más difícil tomarme por sorpresa.
—Carlos es un buen maestro.
No añadí: "Cuando no me distrae con otras actividades".
—Hablando de las... enseñanzas de mi hermano —su sonrisa se volvió maliciosa—. Esas marcas en tu cuello son nuevas.
Antes de que pudiera balbucear una respuesta, unas voces se acercaron a la sala de entrenamiento. Matilda entró con su habitual séquito, incluyendo a Victoria y otros tres lobos nobles.
—Vaya, vaya —la sonrisa de Matilda mostraba sus dientes—. La pequeña fabrica