Ese deseo está corriendo ahora por mis venas. Siempre permanece en el fondo de mi ser, latente, aguardando las palabras o las caricias adecuadas. Y cuando éstas llegan, siento una violenta efervescencia en mi estómago, seguida de impaciencia, y después de un placer tortuoso hasta que llega la explosión, ya sea una explosión lenta y dulce o una explosión intensa que me obliga a gritar.
Estoy empezando a sentir la efervescencia. Los músculos de mi estómago se contraen, y seguramente él lo esté notando porque, a diferencia de nuestros últimos encuentros, está tumbado sobre mi vientre.
Además de percatarse de que ya no seré sólo suya, ¿se ha dado cuenta por fin de que esto no hará daño a nuestros pequeños?
Mi posición actual y el incesante palpitar que siento entre las piernas no varía cuando se pone de rodillas y empieza a bajarse la cremallera de los vaqueros. Esto va a ser doloroso. Si va a transformarse en el Nick intenso y dominante, quiero sacarle el máximo partido, y no podré hacer