Alek Vólkov
—Callate, hijo de perra —le exigí con los dientes apretados al escuchar sus palabras.
Él me miró con burla y quise seguir partiéndole la cara de un solo golpe.
Apreté los puños con fuerza y respiré hondo, intentando no perder la cordura, al menos no por ahora.
—¿O qué? ¿Me vas a matar, Vólkov? —me desafío y comencé a perder la paciencia, pero no se lo di a demostrar.
—No cualquiera es digno de ser asesinado por mi, Sergei, así que no te hagas tantas ilusiones —repliqué con furia y de mal humor por el jodido dolor que sentía en la cara.
¡Ese imbécil tiene más fuerza de lo que creí!
Noté como miraba todo a nuestro alrededor con detalle y sonreía por quien sabe qué.
Nos encontrábamos a pocos pasos de distancia, pues luego de una intensa sesión de golpes, finalmente habíamos cedido por el cansancio y le dimos lugar a las palabras.
—Eso no era lo que decías hace un momento cuando te conté todas tus verdades, imbécil —replicó con burla y mi furia aumentó al recor