*—Ezra:
Aquellos últimos días habían sido un torbellino.
Ezra soltó un suspiro profundo mientras empujaba con calma el carrito de compras por uno de los pasillos del supermercado. El sonido metálico de las ruedas rechinando contra el suelo encerado lo mantenía anclado a la realidad, aunque su mente divagaba sin cesar.
Era su día libre. Normalmente descansaba los lunes y martes, pues los clubes solo abrían de miércoles a domingo. Eso le daba al menos dos días para relajarse, recuperar fuerzas y fingir que tenía una vida normal lejos del ambiente nocturno. Había decidido aprovechar la tarde para hacer compras junto a su hermano menor, aunque en ese momento estaba distraído, ocupado en sus propios pensamientos.
Y es que la intensidad de esos días no se debía a nada mundano, sino a Dante.
Desde la velada en casa de los Delacroix, su jefe había estado insoportable, con el humor de un lobo enjaulado. Antes, cuando Ezra pasaba por la oficina para entregar reportes o coordinar asuntos