Cierro la puerta y empiezo a caminar con mis piernas maltratadas y el par zapatos más incómodo que tengo.
El teléfono me grita desde el bolso. Lo saco.
Estás increíble con ese vestido. Buena elección. De nada. Bss, N.
Me giro y veo que me está mirando. Doy una vueltecita sobre mí misma y diviso su deslumbrante sonrisa antes de captar el rugido gutural de su coche, que desaparece a toda prisa. Sonrío para mis adentros. Ha sido bastante razonable esta mañana.
Entro en la oficina y me encuentro a Erick consolando a Victoria, que está sentada en su escritorio. Pongo los ojos en blanco disimuladamente. ¿Qué drama se ha montado a las ocho y media de un viernes por la mañana?
—Ve a que te la arreglen —le dice Tom con cariño pasándole la mano por la espalda para calmarla. Me fijo y veo que Victoria se está mirando la uña del pulgar. Vuelvo a poner los ojos en blanco.
—¡Hoy no tengo tiempo! —lloriquea—. ¡Esto es un desastre!
¿Se ha roto una puñetera uña? Esta chica debería