Antonio Caballero por fin logró separarse de Isabel. Fue una batalla legal difícil, pero lo consiguió. A cambio, tuvo que dejarle la casa, una pensión mensual equivalente a cinco salarios mínimos, dos autos y una considerable suma en su cuenta bancaria por la venta de la mitad de la empresa.
Ahora estaba solo al frente de sus negocios y debía buscar la manera de hacerlos crecer nuevamente para recuperar lo perdido. Sin embargo, lo que verdaderamente lo hacía feliz era poder estar al lado de Mary, la mujer que siempre amó y madre de su hija, Victoria.
La pareja se mostraba feliz en todos los eventos a los que asistían, algo que nunca había sucedido con Isabel. Ella, por su parte, se mantenía de mal humor, discutiendo constantemente con sus hijos, quienes apenas le prestaban atención. Solían decirle que se comportaba como una adolescente caprichosa.
Daniel seguía sin aparecer. Había desaparecido el mismo día en que Victoria fue internada en la clínica, y nadie sabía nada de su paradero.