Andrés recibió una llamada en su móvil y decidió contestar. Era su abogado, quien se encontraba acompañado del fiscal encargado del caso sobre el fallecimiento de su esposa en un accidente automovilístico ocurrido varios años atrás.—Espérenme en mi oficina; iré en unos minutos.—Doctor Andrés, buenos días. Le informo que ya hemos localizado a la persona que conducía el auto, y hoy mismo será enviada a prisión.—Por fin... —respondió Andrés, con una mezcla de alivio y rabia—. ¿Cuántos años tuvieron que pasar para dar con esa persona?—Doctor, la conductora era menor de edad en ese entonces, y la justicia colombiana tiene sus limitaciones en este tipo de casos. Pero ya estamos cerrando este capítulo. Además, esta misma persona estuvo involucrada en el accidente que usted sufrió en las playas de Coveñas. No parece una simple casualidad.—Quiero estar informado de todo. —Andrés apretó el teléfono con fuerza, sintiendo hervir la sangre—. ¿Todos estos años y nunca me pregunté quién fue el
—Iré con ustedes, pero, por favor, no me coloquen las esposas. No quiero que mis padres y mi familia me vean así —suplicó Victoria.—No estás en condiciones de pedir nada, Caballero. —El oficial hizo una pausa y, tras mirarla con cierta compasión, añadió—: Está bien, no te esposaremos, pero estarás custodiada en todo momento.Rebeca, al ver que se llevaban a su amiga, rompió en llanto. Estaba desconsolada, pero también aterrada: si Victoria hablaba, ella podría ir a prisión de inmediato. Se acercó y la abrazó, susurrándole al oído:—Amiga, por favor... sabes que tengo a mi hijo y... no te había contado, pero estoy embarazada otra vez. Así que, te lo ruego, no digas nada.Victoria la abrazó con fuerza. No tenía pensado culpar a su amiga... al menos no por ahora.La salida de Victoria de la empresa, escoltada como una delincuente, dejó a todos atónitos. El chisme corrió como pólvora. La noticia de que había sido responsable del accidente que causó la muerte de la esposa del doctor André
La celda era estrecha, húmeda, y estaba impregnada del hedor a desesperanza. Compartir aquel espacio reducido con otras mujeres, cuyos rostros endurecidos y miradas frías reflejaban historias de violencia y resentimiento, la llenaba de temor. Se encogió en un rincón, como un animal herido, evitando cualquier contacto, físico o visual. No quería provocarlas… no quería destacar. La noche fue interminable. Desde su rincón, escuchaba los gritos, las discusiones, los golpes que retumbaban por los pasillos de la estación. Era un caos constante, una muestra cruda de lo que era vivir al margen de la ley.Mientras tanto, Andrés se presentó en la estación de policía con el ceño fruncido y el corazón tenso. Exigió hablar con la fiscal y todo el personal encargado del caso de Victoria. Durante horas discutieron a puerta cerrada, entre informes, evidencias y acusaciones. Finalmente, tras intensas negociaciones, lograron llegar a un acuerdo: la denuncia sería retirada. Victoria quedaría en libertad
La madre de Daniel, al verlo tan triste y de muy mal humor, decidió hablar con él. Tocó a la puerta del estudio donde se había quedado el día anterior y a esta hora de la tarde no había comido nada y no deseaba hablar con nadie. —Hijo, por favor, quiero hablar contigo. —Madre, no deseo hablar con nadie, por favor —respondió él. Pero su madre, sin prestar atención, ingresó a la oficina. Era lamentable el estado de su hijo: estaba sin bañarse, con una barba desarreglada y había muchas botellas de licor sobre el escritorio y en la alfombra; además estaba fumando más de lo normal.—¿Pero ¿qué es este desastre? —Mamá, no entiendo por qué Victoria no quiere estar conmigo; creo que le gusta el imbécil de Andrés. —No hables así de tu hermano; él no tiene la culpa de que muchas mujeres se enamoren de él. —¿Y de mí? ¿Quién se enamora? ¡¡Nadie!! ¡¡No hay una mujer a la que yo le guste!! Eso me llena de rabia y hace que quiera acabar con el mundo entero. —No digas eso. ¿Y qué ha pasad
Una visita inesperada en la casa de los Castillo había llegado: la fiscal Carmen, acompañada de su séquito de policías, asustó a la servidumbre y sorprendió a la familia, quienes se encontraban conversando sobre la finalización del caso de la muerte de Bella y él bebe en su vientre. El futuro que le esperaba a esta joven sería muchos años en prisión, algo con lo que Andrés no estaba de acuerdo. La fiscal llegó sin ser esperada por la familia y su presencia no era bienvenida entre ellos. La fiscal Carmen y Bella, la esposa de Andrés, eran hermanas. Su hermana, no había sido la mejor esposa para Andrés. Aunque ya habían hablado de separación, al momento del accidente decidieron darse un tiempo para reconsiderar su relación y ver si continuaban juntos o no. —Familia, ¿cómo están todos? __ Fiscal Carmen, usted tan elegante como siempre —dijo Marcela, la matrona de los Castillo. __Me alegra que por fin hayan atrapado a esa delincuente. —Mamá, Victoria no es una delincuente; eso f
Victoria se encontraba sumida en sus pensamientos, revolviendo en su mente el embrollo en el que sus amigas la habían metido. Brenda y Rebeca, con la mejor de las intenciones, pero sin su consentimiento, la habían inscrito en un sitio de citas en línea, prometiéndole encontrarle el novio perfecto. "¡Un novio, por el amor de Dios!" pensaba Victoria, mientras se miraba en el espejo de su habitación desordenada. No estaba en busca de un compañero romántico; sus amigas, sin embargo, parecían convencidas de que eso era justo lo que ella necesitaba. De las tres, Victoria era la única convencida de que un hombre no era una pieza clave en el rompecabezas de su vida en ese momento. A sus 20 años, inmersa en la vida universitaria y destacándose como una de las mejores de su clase, tenía otros planes: disfrutar, bailar, comer, pasear y vivir la vida a su manera, libre de sobresaltos y estrés. Acostada en su cama, rodeada de montañas de ropa, Victoria intentaba decidir qué ponerse para la cit
Brenda observó a Andrés. Su cabello claro y su traje elegante lo hacían destacar entre todos los hombres presentes. No podía evitar notar su atractivo y sobre todo su riqueza. No podía permitirse siquiera pensar en que su amiga Victoria sé que quedara con él, la veía insignificante y poca cosa para un hombre como Andrés Castillo, un poderoso apellido en la ciudad. Victoria era encantadora y dulce, pero no tenía la misma ambición que Brenda. Brenda sabía que, si lograba apartar a Victoria del camino, tendría una oportunidad con Andrés. Así que comenzó a maquinar su plan malévolo. Brenda, con cierto descaro y sin vergüenza se acercó a Andrés. Sus ojos brillaban con malicia mientras le hablaba de lo hermoso de la ciudad y que, si necesitaba un guía, ella estaba dispuesta a prestar su ayuda. Brenda estaba tejiendo su telaraña, y ahora solo el tiempo diría si lograría atrapar a Andrés por completo. Pero una cosa era segura: la amistad con Victoria estaba en ruinas, y Brenda no se detendr
La búsqueda de empleo para Victoria ya había comenzado unos meses antes. Ya había terminado su carrera como publicista y se sentía preparada para trabajar. Entre todas las llamadas que había recibido de posibles trabajos, ninguno ofrecía un salario mínimamente serio, y en realidad, ella sentía que valía mucho. Estaba preparada profesionalmente, había sido la mejor de su clase con excelentes notas, por lo que se sentía muy valiosa. Por momentos sentía la necesidad de dirigirse a la empresa de su padre, para pedir el empleo soñado, total era hija de Antonio Caballero, el dueño y señor de la empresa, la cual tenía más de cien empleados y había sido mencionada en revistas y periódicos de la ciudad como una de las empresas de publicidad más prósperas del país, pero el orgullo la detenían, tenía muchos años que no sabía de él y presentarse así como si nada, de seguro sufriría una gran decepción y posiblemente humillaciones y burlas por parte del personal directivo que no sabían de su exist