*Tharion*
El silencio en la habitación es engañoso. No hay gritos, no hay alarmas... pero cada respiración de Lyra es un eco ensordecedor de lo que perdimos.
La observo recostada en la cama, su piel pálida, los ojos hundidos como si la vida se le estuviera escapando gota a gota.
No se mueve. Apenas si parpadea.
—Siento que algo sigue mal, Tharion —murmura, con los ojos perdidos en la cuna—. No puedo explicarlo... pero lo siento aquí —se toca el pecho—. Como si... aún no estuviera a salvo.
Mis dedos se crispan contra la madera del dosel.
—Nadie va a hacerle daño, Lyra. Lo juro —le digo, suave, tratando de no quebrarme.
Ella gira su rostro hacia mí. Sus ojos están vidriosos, pero su voz es filosa.
—Eso dijiste la última vez... y no pudiste evitarlo.
Sus palabras me atraviesan como una flecha. Me las merezco. Sé que se las merece gritar, llorar, odiarme si quiere.
Porque yo tampoco he llorado lo suficiente por nuestro otro hijo. Porque aún no puedo creer que uno de los latidos... se a