Escuché el golpe en la puerta de servicio, no el timbre formal. Estaba en la cocina buscando algo que comer, cuando escuché la puerta del servicio. Posiblemente era alguien que se quedó afuera, y no sería la primera vez. Los toques eran urgentes. Miré el reloj: las tres de la mañana. Solo podía ser un problema. Papá decía que solo los problemas tocaban a la puerta en la madrugada.
Y ese problema se materializó en Daisy.
Abrí la puerta y la vi. Estaba temblando, el aliento le silbaba en el pecho y su chaqueta estaba rasgada por las enredaderas. Sus ojos, normalmente llenos de desafío, ahora estaban llenos de pánico, como si alguien la estuviera persiguiendo.
—Dalton... —logró jadear, agarrando el marco de la puerta.
Y no esperé a que me contara.
—Entra. ¡Rápido! —La agarré del brazo y la jalé hacia adentro, ignorando la voz somnolienta del guardia de seguridad que seguro preguntaba por el intercomunicador quien era ella.
No me importaba la seguridad. Solo ella. La subí por las escalera