Mi mundo estaba cerca de ser un caos, pero no me importaba el caos. Mi verdadero mundo estaba en la habitación de al lado.
Cinco años.
Cinco años de gloria, de poder, de victoria. La memoria de Avery se había desvanecido con el tiempo, dejando solo los reflejos distantes en mi pequeño. No era un fantasma, no era un eco. Era un recuerdo lejano, un recuerdo que no me importaba. Saqué a Avery por completo de mi vida y me centré en mi hijo. Saqué a Avery de mi mente, de mi cuerpo, de mi existencia, dejando solo a Dalton.
Mi obra maestra no era el imperio que construí con sangre, sudor y golpes, sino mi hijo. Dalton era mi único propósito en la vida. El niño era la razón por la que había luchado, por la que había vivido. Era un reflejo de mi maldad, y no había nadie alrededor que evitara que lo convirtiera en la viva imagen de lo que yo era y sería.
Dalton correteaba por todas partes, dejando sus juguetes esparcidos, gritando, llenando la mansión de vida. Dalton en sí era vida pura, una qu