— Van a comerle la cabeza — me dijo Kael después de observar cómo Erick se detenía a escuchar a los del Culto de Aldara.
— No lo creo. Más bien parece curioso — respondí mientras sacaba una caja de madera y la colocaba a mi derecha — No encuentro la de las telas.
— Se acabaron en la última aldea. Ya sólo nos queda comida, algo de cubertería y un puñado de jabones.
— Necesitamos administrar mejor las telas. No podemos quedarnos en una aldea sin nada. Todas tienen las mismas necesidades — le dije con un suspiro.
Kael no llegó a responderme, ya que una legión de soldados irrumpió gritando una condena a muerte. Kael y yo soltamos lo que teníamos en las manos y corrimos a defender el pueblo.
Cuando llegamos, vi a Erick luchando con fiereza.
"Parece que tenía razón con él" — le dije a Kael mientras mi daga cortaba la garganta de un soldado.
"Hasta que se vuelva contra nosotros" — me dijo Kael: vi cómo rompía una rodilla mientras lanzaba un cuchillo a una garganta. Me agaché y Kael atr