Me levanté del suelo despacio, sintiéndome humillado y dolido por el apoyo de Kelly a Kael, pero sabía que tenían razón: si hubiera sido un combate real, yo estaría muerto. Menos mal que habíamos huido aquel día del asalto.
— ¿Otra? — le pregunté cuando recogió todos los cuchillos.
— No deberías. Tienes una herida en la muñeca — respondió Kelly.
— Me curo rápido. Fue un roce — dije levantando la mano para corroborar mis palabras.
— Supongo que en la Capital aún es común la curación rápida — dijo con pesar.
— ¿Aquí no? — pregunté sorprendido.
— ¿Dónde piensas que termina todo lo que el Rey cree basura? ¿O que no le sirve? Aquí vienen todos los sin lobo — espetó Kael.
¿¡QUÉ!? ¿Cómo que yo enviaba aquí a la gente sin lobo o habilidades? Eso no era cierto, yo nunca había ordenado algo así, al menos directamente. Si el Consejo me la había jugado...
— Yo... no lo sé — dije con una mezcla de culpabilidad y enfado: tenía que averiguar que sucedía. ¡Maldita sea! ¿Cuántas cosas pasaba