—Los zapatos… —murmuró Alec con un suspiro mientras tomaba las bolsas. Superó con resignación y decidió no molestarse; ya estaba acostumbrado a repetir esa advertencia cada vez que lo visitaban.
—Tienes buenos reflejos. Me agradas —comentó Leo con una sonrisa tranquila antes de sentarse en el sofá, acomodándose con calma, a diferencia de su compañera.
Serethia no respondió, aunque su expresión no estaba de acuerdo con lo que le humano decía. A ella nunca le agradaría un humano… a menos que fuera Alec.
—Soy Leo y ella mi gemela, Lia —continuó el chico, son una sonrisa ligera—. Somos primos de Alec.
Ante eso, Alec chasqueó la lengua, frunciendo el ceño, pero los gemelos lo ignoraron con la misma naturalidad de quien ya está acostumbrado a esa reacción.
Lea, después de la