Elías
Entré en el edificio de la Academia Roble Hierro con Irene siguiéndome de cerca y me adentré en uno de los salones sin previo aviso.
Los ojos del profesor Héctor se entrecerraron al verme y preguntar con un tono de molestia. —¿En qué puedo ayudarte, Alfa Donovan?
No le agradó que interrumpiera su clase de Física.
—Quiero que Diego, uno de tus alumnos, venga conmigo —respondí y me dirigí hacia los pupitres.
Encontré al chico de cabello rizado y castaño sentado en el último banco. No esperaba que un chico tan inteligente como él, se sentara atrás.
Héctor se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz.
—Ya veo —asintió, y llamó a Diego, quien se levantó de su asiento. El chico frunció el ceño al verme.
Sus compañeros susurraban entre ellos y las miradas coquetas que las adolescentes me lanzaban, no pasaron desapercibidas para mí.
Diego caminó hacia mí, colgando la mochila sobre un hombro, con el rostro rígido por el odio hacia mí. Salimos del aula y preguntó de inmediato. —¿Q