El hospital entero parecía contener el aliento.
Las luces blancas zumbaban en los pasillos, monótonos, pero en ese instante cada sonido parecía amplificado. Cada paso, cada respiración. Cada latido en el pecho de Ares era una cuenta regresiva.
Estaba de pie, con la furia de un lobo contenido brotando por cada poro de su piel. El lazo con su luna se había restaurado, reactivado con una fuerza incontenible. Su sangre ardía con un propósito ineludible: ya no había motivo para mantenerse a raya. Ni uno solo.
Henrry se quedó estático en su puesto como quien está esperando cualquier señal para atacar y proteger a su alfa. Lo había intentado detenerlo en el estacionamiento, temiendo lo que su alfa fuera capaz de hacer en ese estado, pero sabía que era una bestia sin control y solo podía estar ahí para cuidarle las espaldas.
—Deberías irte. —Intentó echarlo Briana. —Tú…
—¿Dónde está Isabel? —Repitió callándole la boca, su voz grave y ronca, cargada de amenaza.
Logan se plantó frente a él. Alt