La sala de estrategia estaba en completo caos. Un cuervo del Bajo Mundo había traído una nueva advertencia: el enemigo estaba reclutando soldados con urgencia. Algo grande se preparaba y no podían esperar más.
Henrry apretó los puños al leer el mensaje, mientras Nyssara lanzaba hechizos de ocultamiento sobre sus cuerpos.
—No tenemos tiempo para más planes. Tengo que ir ahora. —Dijo Henrry con un tono grave, decidido, como si su alma ya hubiera cruzado la línea.
Ares, que hasta entonces solo había sido espectador, dio un paso al frente.
—Entonces voy contigo. —Henrry levantó la mirada, sorprendido.
—No, no voy a arriesgarte. Ya no eres solo un amigo, eres el Rey del Norte. Si algo te pasa, las manadas se desmoronan. —Ares, no dudó.
—Y tú eres más que un aliado, Henrry. Eres mi hermano. —Replicó con firmeza. —Si esa mujer es realmente Lucía… si hay una posibilidad, por mínima que sea, de que podamos salvarla, entonces yo también estaré ahí. Hasta el final. —Isabel, apoyada en el u