Las antorchas iluminaban el salón del consejo como columnas de fuego, proyectando sombras alargadas sobre los muros de piedra ancestral. Esa noche, la manada Luna Llena parecía contenida, expectante. No por guerras físicas, sino por algo más letal: la política.
El salón estaba colmado. Ancianos, guerreros, representantes de manadas aliadas. Todos con rostros serios, todos con un motivo oculto, todos esperando el movimiento que iniciara la verdadera guerra.
Había silencio, pero no calma. El silencio de las serpientes cuando aguardan su momento para morder.
Gloria, impecable, vestida con un atuendo sobrio, pero perfectamente diseñado para transmitir dignidad y sacrificio, se puso de pie en medio del círculo.
—Sé que esto es incómodo para algunos. —Comenzó, con esa voz dulce y manipuladora que tan bien dominaba. —Pero debo hablar por el bien de todos. No por mí, sino por la estabilidad de nuestra especie, por el futuro que construimos con tanto esfuerzo. —Sus ojos recorrieron a los ancia