La frontera del territorio lycan era como cruzar a otro mundo. El aire era distinto, más denso, más salvaje. Los árboles eran más altos y viejos. Todo olía a poder, a raíces antiguas, a territorio marcado con sangre y lealtades juradas siglos atrás.
Lucía, desde su asiento en la camioneta, no pudo evitar abrir un poco la boca al ver el paisaje desplegarse frente a ella. Era hermoso, como algo sacado de un sueño o una pesadilla.
—Bienvenida al otro lado. —Murmuró Henrry, saliendo del asiento delantero, con tono seco, sin molestarse en ocultar el desprecio en sus palabras.
Lucía lo fulminó con la mirada.
—¿Qué dices, Neandertal? —Henrry desvió los ojos hacia ella, sus pupilas grisáceas brillando con una mezcla peligrosa de fastidio y curiosidad. No le contestó, solo se permitió una sonrisa ladeada, cargada de superioridad. Ese maldit0 lobo se creía dueño del mundo y eso solo hizo que Lucía lo 0diara más.
Pero el choque entre ellos quedó eclipsado cuando las puertas de la gran casa de la